Muchas startups recurren a rondas de financiación o business angels, entre otras opciones, para ganar tamaño, impulsar su crecimiento, lanzar un producto al mercado o afrontar su proceso de internacionalización. Una decisión que debe tomarse bien porque no siempre es necesario dar entrada a la inversión privada. Sin embargo, una vez que se tiene clara la decisión, es clave elegir bien al inversor.

Aunque muchas startups abogan por realizar rondas de financiación o dar entrada al capital privado en la empresa, lo cierto es que no es el único camino que tienen.

«Nos estamos volviendo un poco locos. Parece que, al igual que sucede cuando sales de la universidad, tienes que casarte, comprar un coche y una casa, tener un hijo… Es como una especie de carrera o laberinto al que nos obligan a todos»,

«Parece que la definición de éxito es levantar el dinero de inversión privada», considerándose además que el superéxito es que te compren. «Eso es tremendamente peligroso porque es un proceso que potencialmente puede ser interesante y con el que puedes acabar ganando mucho dinero, pero en el 90% lo pierdes todo. Todo el mundo se piensa que es el 10% al que no le va a suceder»

Un motivo por el que es muy importante pensar bien y sopesar bien la decisión de si se quiere dar entrada a inversores privados para lo que hay que pensar por qué se quiere hacer. Y es que se tienen dos opciones.

Una de ellas es ser rico, convertirte en un Mark Zuckerberg, lo que conllevaría un camino difícil, con una alta tasa de fracaso y que obliga a crecer muy rápidamente, teniendo que pasar épocas muy duras y complicadas, «lo que no es para todo el mundo».

La otra opción es tener una startup que crezca más despacio y en la que los emprendedores pueden «construir la compañía a su manera». Esta última alternativa no implica tener que renunciar a obtener recursos económicos porque hay diferentes mecanismos de financiación pública para la fase inicial de la empresa, así como los ‘friends, fools and family’ o business angels que, además, se comportan más como el capital riesgo.

Y, ¿cómo elegir al inversor? Lo primero que hay que tener claro para tomar la decisión es que quien crea lo valioso es el emprendedor. Muchas veces se tiene la sensación de que «el inversor es el que está arriba y el emprendedor abajo, pero es justo lo contrario».

Además, para elegir el inversor, un elemento clave es el «factor cerveza. Solo invierto en emprendedores con quienes me iría a tomar cervezas. Y el emprendedor debería hacer lo mismo porque esa persona va a pasar a ser tu socio durante un montón de años» por lo que es importante tener una relación de confianza desde el inicio.

La startup también tiene que hacer su Due Diligence sobre el inversor, pedir referencias sobre otras inversiones que haya realizado, contactar con otras empresas en las que haya invertido para conocer la experiencia, preguntar lo que va a aportar, si tiene capacidad de invertir más en la startup en próximas rondas de inversión o qué es lo que espera de la compañía.

Y, sobre todo, si se tiene la más mínima duda sobre el inversor, es mejor no tenerlo como socio. «Hay que ser honesto. Es mejor no tener inversores que tener malos inversores».

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